Tus miedos te cuidan, cuida tus miedos.
18
OCT, 2017
Cuando yo crecí las redes sociales las constituían el “boca a boca”. Los mensajes en forma de refranes o dichos populares calaban, en mi opinión, más que las actuales frases de corta y pega.
Yo crecí oyendo una frase: “¡el miedo es de cobardes!”. Desde esa perspectiva mi relación con el miedo no podía ser muy prometedora. Sentir miedo suponía una doble incomodidad, la inherente al miedo y por añadidura la de ser el cobarde que eso implicaba.
Nuestra relación con las emociones es un poco “perversa”. Por un lado, nos encandilan las emociones que nos resultan agradables y por ello las calificamos de buenas o positivas. A las personas nos gusta sentirnos bien, independientemente del desarrollo que esto implique, es legítimo.
Por otro llamamos, emociones negativas o malas a las que nos incomodan, a pesar del enorme potencial de desarrollo y aprendizaje que implican si las entendemos correctamente. Hemos asumido culturalmente que la incomodidad es mala, algo que no siempre es verdad. Por ello buscamos que la incomodidad desaparezca sin pensar siquiera con qué tienen que ver y esto no es bueno para tu desarrollo como persona.
En D.B.M.® las emociones no se consideran buenas o malas, positivas o negativas. Las emociones son agradables o desagradables y dentro de estas últimas distinguimos las que son correctas de las que no lo son.
Una emoción correcta, aunque incomoda, es útil porque estará cumpliendo una función. Si el miedo es la respuesta a una amenaza real, aunque incómoda es útil.
Muchos gurús del desarrollo personal invitan a deshacerse del miedo sin más y me parece una temeridad. Demasiadas veces me encuentro con esa frase tan sobada: “¿qué harías si no tuvieras miedo?”
Cuando crecí un cuento famoso era el de Juan sin miedo, es posible que Juan tuviera alguno de estos gurús contratado como coach…
Vivimos en un mundo real en el que existen peligros y amenazas reales. Inconscientemente hemos desarrollado la forma de cuidarnos de ellos: el miedo, los traumas y la angustia, pero no los entendemos.
Cuando funciona correctamente, un trauma es la respuesta a un suceso amenazante que viviste en el pasado y no lo has superado porque no has hecho el correspondiente aprendizaje. Sigues siendo, por tanto, vulnerable a ese tipo de amenazas.
La angustia es una alerta a posibles peligros futuros y el miedo es la respuesta a amenazas o peligros presentes. Cualquier animal necesita desarrollar un sistema de alerta ante posibles amenazas en su entorno, pero ellos sólo pueden “vivir el presente”.
Tratamos de deshacernos de estos sentimientos incómodos, pero sería más útil investigar si las amenazas son reales o no. Si no son acertados, deberíamos investigar donde está el error y no correr a deshacerse de la incomodidad. Si por el contrario son una respuesta válida, lo que hay que investigar es qué conocimiento, habilidades y recursos necesitas para lidiar con la amenaza.
En demasiada formación, para mi gusto, buscan un “efecto torpedo”. Te inflan de confianza para salir disparado en pos de tus objetivos sin importarles tu competencia al respecto. Hablan de formación en habilidades y “empoderamiento” personal. No es lo que yo asocio a esa palabra…
La amante esposa de Juan sin miedo lo tuvo claro: supo que si quería mantener a salvo a su familia, Juan tenía que conocer el miedo. Quizás enseñarle a distinguir el miedo correcto del que no lo es habría sido apropiado ¡¡pero el cuento no dio para tanto!!
Te enseñan formas de relacionarte con el miedo desde una falta de comprensión global de la persona. Te enseñan a controlarlo e incluso a deshacerte de él. Es un error. Te animo a que lo conozcas mejor y lo desarrolles.
“Afina” tu miedo. Que sea la respuesta útil a amenazas reales en función de tus capacidades. Si lo entiendes puedes apreciarlo y cuidarlo y con ello estás además desarrollando tu seguridad. Eso me parece mucho más evolutivo. Al fin y al cabo, él te cuida a ti así que ¡cuídalo tú también!
Inspirado en metodología DBM® creada por John McWhirter.