¡Que me quede como estoy!…
o resistencia al cambio
17
ENE, 2018
Admitir que el cerebro se resiste al cambio es ponerte barreras innecesarias e irreales que van a complicarte la consecución de tus propósitos vitales.
Acepto la resistencia al esfuerzo, cierta tendencia a la comodidad a la hora de gestionar sus vidas por parte de algunas personas.
Acepto incluso que muchas personas prefieran lo malo conocido que lo bueno por conocer. Forma parte de nuestra cultura y al fin y al cabo llevas años haciendo lo mismo y has sobrevivido. Quién sabe lo que te depara el cambio…
Pero eso no es evidencia de resistencia al cambio por parte del cerebro sino preferencias personales a la hora de gestionarse y eso está más abierto a un cambio, siempre que tengas motivos válidos…
El objetivo de mi trabajo es que las personas dispongan de un conocimiento más certero en cuanto a cómo funciona la vida para que, si quieren, puedan hacer funcionar mejor sus vidas mediante una autogestión óptima.
En muchos ámbitos del desarrollo personal me encuentro con la idea de que para los seres humanos cambiar resulta difícil, porque nuestro cerebro presenta cierta resistencia al cambio.
Mi interés en este post está más allá de esa falsa causalidad que ubica directamente en nuestro cerebro la razón de dicha resistencia.
Aceptar la idea de que el cambio es difícil es en sí misma autoreforzante. Si es difícil cambiar será difícil incluso que lo intentes.
Si te fijas de verdad en cómo funcionamos las personas te darás cuenta de que el cambio natural forma parte de nuestras vidas. Pasamos el día implicados en cambios cuyo resultado final es cero. Es lo que en DBM ® llamamos “cambio de mantenimiento”:
Cuando me alimento y bebo agua para cubrir mis necesidades, se producen muchos cambios para mantener el equilibrio interno. Hago cambios en mi vehículo para mantenerlo funcionando. Limpio la casa para mantenerla como estaba. Hago ejercicio para mantenerme en forma…
Mucho de nuestro esfuerzo diario se dirige a cambiar cosas para que, en conjunto, nuestra vida no cambie. De hecho, si dejas de llevar a cabo esos cambios de mantenimiento durante un tiempo, tendrás que implicarte en otros cambios para remediar lo que deja de funcionar por no mantenerlo adecuadamente.
Recientemente escuchaba una conversación en la que una persona deseaba a otra una mejor suerte para su negocio. La respuesta era la clásica coletilla: “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. La cuestión es que ese quedarnos como estamos requiere de muchos cambios: hay que abrir el negocio cada mañana, atender clientes, proveedores…
son cambios con los que estamos comprometidos y que hacemos de manera inconsciente, por eso no los notamos.
Podría decirse que el cambio es una constante en nuestras vidas. Cada experiencia, cada instante son únicos. Nuestro cerebro no se resiste a eso pero si no tenemos las distinciones adecuadas no lo notaremos y por tanto no podremos siquiera ser conscientes de esa realidad. Quizás tenemos una comprensión demasiado limitada de lo que es el cambio.
El procesamiento consciente, el intencionado, es lo que nos diferencia del resto de los seres vivos y si no somos conscientes de los cambios que hacemos de forma natural estaremos perdiendo la posibilidad de utilizar esa comprensión. De hecho, ante la monotonía, la ausencia de cambio, creamos respuestas que van desde el aburrimiento, hasta la angustia en casos más extremos. Por lo tanto… ¡si fuésemos resistentes al cambio, toleraríamos mejor la monotonía!
Piensa en un niño pequeño, no tienen ningún problema en cambiar. Siempre me ha maravillado la capacidad que tienen para cambiar de estado de ánimo en una fracción de segundo. Quizás su cerebro no ha desarrollado aún esa resistencia al cambio.
Mucho más probable desde mi punto de vista, es que aún no han desarrollado comprensiones tan limitantes en cuanto a cómo hacer funcionar el cambio.
Inspirado en metodología DBM® creada por John McWhirter.