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¡Oh! Decepción…

08

NOV, 2017

Una de las consecuencias de no comprender funcionalmente las emociones es que rara vez vamos más allá de sentirlas. Como mucho, las evaluamos en términos de comodidad o incomodidad y con ello las elevamos a la categoría de buenas o malas emociones.

De esta manera, la emoción se convierte en el punto final en el que nos quedamos atrapados y no en el punto de partida que debieran ser si atendiésemos a su función: la razón y el propósito de esa emoción.

Es desde esta perspectiva desde la que voy a explorar la decepción. Piensa en algún momento en el que sentiste decepción…

Generalmente la decepción es nuestra respuesta emocional cuando el mundo nos da menos de lo que esperábamos. ¡Qué malvado el mundo!

Según los expertos, si persiste evoluciona hacia frustración y en casos más graves a depresión. Merece la pena comprender un poco más a fondo esta emoción que es una herramienta impagable de autoconocimiento.

Piensa en la última vez que sentiste decepción. Aunque no conozco los hechos suele operar una estructura subyacente similar:

Algo no sucedió como esperabas o alguien no se comportó conforme tú habías previsto. En definitiva, los hechos no se ajustaban a tus expectativas.

Esperanzas y expectativas, palabras que a veces se intercambian en el lenguaje coloquial, pero si exploras la realidad a la que hacen referencia son sutilmente diferentes.

Cuando albergas la esperanza de que el mundo se comporte de una determinada manera, dejas una puerta abierta a la duda. En lo más profundo de tu conocimiento aceptas la posibilidad de que ese no sea el caso. Si la realidad no se ajusta a lo que esperabas puede aparecer cierto grado de incomodidad, pero difícilmente algo tan serio como decepción.

Cuando se trata de expectativas, el mundo va a tener que ajustarse a ellas sí o sí. Por ello cuando no se cumplen el descoloque es mayor y el sentimiento que lo acompaña es la decepción.

Recapitulando, la decepción es la emoción que aparece cuando no se cumplen tus expectativas y tus expectativas son la forma que tienes de dictarle al mundo o a los demás cómo se tienen que comportar.

Sí, has leído bien, cuando en tu relación de pareja o con alguna de tus amistades, por ejemplo, sientes decepción es porque, aunque sea inconscientemente, estás imponiendo cómo debería ser la conducta de esa persona. Pero la relaciones, no deberían ser una dictadura ¿verdad?…

Piensa ahora seriamente en la decepción. Cuando la sientes, te está avisando de que estas tratando de imponer al mundo una realidad que no se ajusta a los hechos y lo que el mundo te devuelve es una realidad diferente.

Si en lugar de quedarte atascado en la incomodidad de la sensación la utilizas adecuadamente, es de un valor incalculable porque te está indicando cómo proceder: bajar tus expectativas para que se ajusten a la realidad o trabajar de alguna manera para que el mundo se acerque a tus expectativas.

Es decir, utilizar la información que te proporciona lo que sientes para conocerte mejor en lugar de quedarte atrapado en la incomodidad del sentir como un conejo ante las luces de un coche.

Eso requiere una comprensión desarrollativa de las emociones, pero es difícil. ¡Está tan imbricado en nuestra cultura el victimismo emocional! …tanto que se cuela sutilmente en nuestro lenguaje. Decimos estar decepcionados con algo o alguien como si fueran los responsables de nuestra decepción, pero no es así.

Nuestra decepción habla de nosotros mismos como un libro abierto. Dice cuál es nuestro intento, generalmente inconsciente, de imponer al mundo o a los demás como han de comportarse.

La respuesta que obtenemos surge de comparar esto con la realidad, técnicamente se llama “feedback” y el sentimiento que lo acompaña, decepción.

También sería útil entender cómo las personas creamos las expectativas, pero eso para otro momento…

Inspirado en metodología DBM® creada por John McWhirter.

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