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¿Cueces o enriqueces? El sabroso mundo de las relaciones humanas

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FEB, 2018

Las personas somos sociales por naturaleza y las relaciones juegan un papel fundamental en nuestras vidas. Relaciones de trabajo, de amistad, de familia, de pareja…las relaciones son una constante. En general, somos muy conscientes de ellas y del sentimiento o la emoción que involucran. Quizás no lo somos tanto del relacionarse que hay detrás de cada relación.

Tendemos a atender a las cosas de manera muy estática en el tiempo. Pensamos que las cosas son como las vemos ahora y tenemos poca perspectiva sobre la manera en que llegaron a ser así. Hay una tendencia a ser conscientes del producto y no tanto del proceso de crearlo. El lenguaje lo refleja cuando hablamos de tener tal o cual relación, como si fuesen posesiones.

No siempre ha sido así. Si piensas en la infancia, hasta una edad, los niños se relacionan con otros niños, con las cosas o mascotas sin un sentido de tener relaciones. Simplemente están haciéndolo, disfrutan con uno y pasan a otro y disfrutan también, o no. La presencia de aquello con lo que se relacionan es fundamental en esta etapa.

Con el tiempo, vamos aprendiendo que tenemos amigos, padres, cosas… y comienza a ser más palpable la separación que creamos entre la relación y el relacionarse que la crea. Tenemos amigos, familia, pareja…como un producto, algo separado del proceso que dio lugar a ello.

Esto tiene una enorme ventaja, podemos disfrutar de la amistad, por ejemplo, sin necesidad de relacionarnos con ningún amigo en concreto. Aunque esa es también su enorme debilidad si no sabes gestionarlo.

Conozco muchas personas que piensan en la familia como si las personas que forman parte de ella no existiesen. Simplemente no las tienen en cuenta, van a lo suyo y creen saber qué es lo mejor para “la familia”. Hablan en nombre de “la familia”, buscan lo mejor para “la familia”, pero pasan por alto el bienestar de las personas que la componen y lo que es necesario hacer para que la familia funcione.

En el mundo digital puedes sumar tantas amistades como quieras sin preocuparte de estar haciendo amistad. Cuanto mayor sea el número, mejor, aunque ni conozcas, ni dediques un minuto de tu vida a relacionarte con esas personas.

Cuando comenzaste con tu pareja, es muy probable que mucho de lo que es construir la relación estuviera ahí presente y se notase fácilmente: activar el cariño, recordarla, pensar en lo que estará haciendo, anticipar lo que haréis en la próxima cita… El contacto con la otra persona es fundamental.

Hay muchas metáforas para esta manera de hacer: regar las plantas para que crezcan, cocinar las cosas a fuego lento… Puedes describirlo de forma más sencilla: se trata de hacer lo apropiado para crear y mantener una relación.

Con el tiempo, en algunos casos, cuando la relación se consolida, una parte de la pareja no necesita pasar mucho tiempo con la persona amada porque siente que ya tiene una relación y puede disfrutar de eso. Puede que la otra parte no piense lo mismo…

También es posible que la relación termine…”se acabó el amor” se suele decir, como si se hubiera adquirido una cantidad limitada.

Es posible que la relación haya cambiado, pero es mucho más probable que se haya dejado de hacer el relacionarse necesario para que ésta siga en marcha. Es triste porque quizás el sentimiento de amor esté presente, pero se están comprendiendo mal las cosas: el amor no se ha acabado, pero has dejado de activarlo.

Puedes sentirte bien con eso, puedes disfrutar de la familia, del amor o de la amistad sin construir relaciones de forma efectiva. Puedes incluso ser feliz… hasta que te des de bruces con la realidad.

Así que, puedes seguir disfrutando de tus relaciones sin ocuparte del proceso… o enriquecer el relacionarte que las crea y disfrutar de ambas cosas. ¡Tú decides!

Inspirado en metodología DBM® creada por John McWhirter.

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