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Alfabetización emocional: toma papel y boli

04

abr, 2019

El lenguaje es una herramienta que nos diferencia como especie. Nos permite no sólo gestionar la realidad, también crearla y por supuesto manipularla, algo a lo que no escapa nuestra realidad emocional.
Además, no somos muy conscientes de cómo funciona el lenguaje. Muchas personas no entienden la relación entre lenguaje y realidad. Esta comprensión permite poder permanecer en la realidad y gestionarla óptimamente sin dejarse distraer por el lenguaje.

Es tal nuestra fascinación por el lenguaje que puede neutralizar nuestra curiosidad por las cosas: cuando sabemos el nombre de algo dejamos de intentar comprenderlo en profundidad. Creemos que el nombre es la cosa nombrada, que forma parte de su identidad, pero nada más lejos de la realidad.

Mucho se habla sobre inteligencia emocional cuando ni siquiera hemos pasado por el imprescindible proceso de alfabetización previo.

El nombre de una emoción no es la emoción. La emoción es algo dinámico cambiante. La misma emoción se experimenta de manera diferente por distintas personas y la misma persona la experimentará diferentemente según el momento.
El nombre, que le confiere un aspecto ilusorio de estabilidad, es sólo una manera de hacer referencia a la emoción.

Cuando nombramos algo, en nuestra atención, lo aislamos del resto del mundo como si de una entidad separada se tratase.

Por ejemplo, si nombras un boli puedes centrarte en él y contemplarlo como una realidad aislada, pero ese aislamiento es artificial.
El boli forma parte de un sistema funcional mas amplio. Involucra al propio boli, a la persona que va a escribir, al papel sobre el que se va a escribir y el contenido que se escribirá. La existencia del boli aisladamente no tiene mucho sentido.

Con las emociones sucede lo mismo en gran medida. Por el hecho de poder nombrarlas pueden dar la ilusión de una existencia independiente. Sin embargo, su existencia forma parte de un sistema funcional completo.

Son respuestas en nuestra interacción con el mundo que nos rodea. En el sistema funcional del que forman parte, estarán incluidos:
–      El individuo que interacciona con el mundo.
–      El asunto del mundo al que son respuesta.
–      La experiencia emocional concreta.
–      El propósito de la emoción.

Idealmente una secuencia emocional completa incluiría todos estos elementos. Normalmente el énfasis se pone en el sentir porque es lo que capta nuestra atención y a la hora de intentar gestionar las emociones obramos en consecuencia.

Nos centramos en gestionar el sentir y cuando este sentir no nos gusta, intentamos eliminarlo. Eso no demuestra mucha inteligencia emocional.
No hay ninguna razón que justifique deshacerse de un sentir incómodo sin haber investigado a fondo su función. Hay dos tipos de respuestas emocionales, incómodas, que no negativas:
–       Si es acertada, es por tanto un aviso importante de que hay algo a lo que atender. Si lo atiendes y obras en consecuencia el sentir se ajustará.
–       Si es un error y entonces lo que conviene es explorar qué es lo que está funcionando mal. Quitar la incomodidad es como desactivar la alarma de incendios porque te molesta.

Sé que todo esto te sonará extraño, no espero que te resulte familiar pensar en las emociones como parte de un sistema funcional más complejo. Si recuerdas cuando empezaste a escribir, el manejo del boli tampoco te resultaba familiar, hasta que lo integraste. Ahora lo usas inconscientemente…

Mi contacto +34 609 412 424 · maxi@sapiens.coach

Inspirado en metodología DBM® creada por John McWhirter.

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