Recientemente, escuché una conversación muy exaltada entre dos personas que se quejaban airadamente de lo que anticipaban que iba a suceder en su casa durante la cena de Navidad. Faltaba casi un mes y eso me hizo reflexionar sobre el asunto…
Me resulta útil comprender y notar la influencia que el marco sociocultural en el que nos desenvolvemos tiene sobre nuestras vidas. Es la única manera de estar atentos y poder gestionarnos cuando este condicionamiento puede resultarnos limitante.
LAS CARAS DE LA NAVIDAD
La Navidad se ha transformado en un fenómeno puramente consumista cada vez más prolongado en el tiempo y eso activa sentimientos encontrados respecto a ella que no siempre se optimizan.
Las personas que lo viven positivamente acaban adormeciendo la esencia del espíritu navideño y pasan a vivirlo en piloto automático. Cada vez mas compras, más comida, más mensajes sin sentido y sin fondo, más aletargados…
Las personas que sufren con ella activan durante más tiempo los sentimientos negativos y eso hace que se convierta en una “Navidad temida”.
Las circunstancias por las que puede ser un periodo temido para las personas variarán individualmente, pero hay varios tópicos:
1- La “obligación sociocultural” de las reuniones familiares o de empresa que a veces generan situaciones desagradables. Desde la incomodidad por la obligación de tener que estar donde y con quien no quieres, hasta discusiones airadas totalmente desproporcionadas.
2- Personas que han perdido a seres queridos y que en esta época acentúan más ese sentido de ausencia que lo envuelve todo de nostalgia y tristeza.
3- Personas que no disponen de los recursos necesarios para vivir la Navidad que tratan de imponernos. Esto va desde quien no tiene, tristemente, para cubrir sus necesidades básicas, hasta quien no puede cumplir con los estándares artificiales que la sociedad de consumo nos impone: tipos de comidas, ropa, viajes o regalos suficientes para sus hijos.
Ya es bastante duro no poder cubrir las necesidades básicas. Sumar además el malestar de no poder cubrir las necesidades ficticias que la sociedad “impone”, añade un sufrimiento innecesario.
EL AUTÉNTICO ESPÍRITU DE LA NAVIDAD
Idealmente se nota por ese deseo de paz y amor, de ayudar al prójimo, ser generosos y solidarios…
¡Pero cuidado! no conviertas el espíritu navideño en un “fake”. Se trata de crear amor y generosidad nueva, genuina y no de impregnar el mundo con la que ya tienes.
La diferencia es importante: si te sientes generoso o amable, pacificador… sales a la calle, te encuentras con alguien y le expresas tus buenos deseos o le das un donativo. En este caso es probable que estés “contaminando” el mundo con esos sentimientos y el resultado es positivo, pero no es genuino.
Si cuando vas por la calle te encuentras con alguien que necesita tu ayuda, pero jamás considerarías echarle una mano, es demasiado pobre, demasiado sucio, demasiado… y te paras y le ayudas, es más probable que estés creando amor del bueno, generosidad verdadera, auténtico espíritu navideño.
Aprender a autogestionarse es uno de los desafíos atractivos e importantes de la vida. Difícil, pero no imposible y siempre puedes empezar a practicar con lo más cercano:
– No tienes por qué estar en una cena de Navidad y nadie debería ofenderse y obligarte a hacerlo. Si decides estar, crea paz y amor genuinos para que por tu parte todo fluya.
– Equilibra la nostalgia creando sentimientos de amor y paz hacia los que aún sí están y aprecia todo lo que aportaban los que faltan mientras los tuviste.
– No te dejes imponer un tipo de Navidad centrado en lo excepcional y lo que te falta y practica el auténtico Espíritu de la Navidad apreciando lo que sí tienes y con los que están. Se trata de hacer excepcional lo cotidiano…
No se si este post te gustará o no, pero TE DESEO UNA FELIZ Y AUTÉNTICA NAVIDAD
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