¡La magia no está en el mundo, está en ti!
05
JUL, 2017
Un río es una corriente natural de agua, un amanecer es una posición relativa entre dos astros… Es tu forma de relacionarte significativamente con esto lo que los hace mágicos.
No sé si alguna vez has tenido la grata experiencia de contarle un cuento a un niño. Resulta apasionante comprobar como a partir de una edad se sienten cautivados con los cuentos, más aún cuanto más fantástico es su contenido. Hadas, dragones, elfos, cabellos de oro, ríos de chocolate… cuanto mayor es la fantasía, mayor el hechizo que se apodera de ellos.
Lo que no suele llamarnos tanto la atención es que antes de esa etapa a los niños les fascina la realidad tal y como es. El cabello de su madre, la lluvia, los animales, cualquier persona, puede tenerlos ensimismados durante largo tiempo. Si te cubres la cara con tu mano y la descubres repentinamente con una exclamación de “¡cucu!”, el bebé no dejará de manifestar su asombro independientemente del número de veces que lo hagas. Algo que para nada sucede a medida que vas creciendo.
Desde un punto de vista de conducta la comprensión del bebé es mucho más acertada que la del adulto porque cada vez que lo haces es realmente una experiencia nueva. Por lo menos desde el punto de vista temporal.
Sin embargo, para el adulto, que lleva su atención hacia lo similar, le parecerá la misma experiencia una y otra vez y acabará aburriéndose a poco que se repita.
Demasiado pronto acabamos transmitiendo esa sensación de aburrimiento a los niños que acaban perdiendo el interés por explorar una realidad que como mucho será similar, nunca igual.
Lo triste es que quizás demasiado pronto acabamos transmitiendo esa sensación de aburrimiento a los niños que acaban perdiendo el interés por explorar una realidad que como mucho será similar, nunca igual. Por eso aprenden a buscar la fascinación en la fantasía en lugar de en el mundo real.
Afortunadamente algunas personas siguen explorando el mundo como realmente es. Hechizados por la realidad tal y como se presenta. Es gracias a ellos que seguimos avanzando y desarrollándonos como seres humanos. Científicos, artistas, escritores, matemáticos, personas que siguen manteniendo vivo ese interés por una comprensión más profunda de la realidad.
La necesidad de saber es inherente a la condición humana. Una de las pocas cosas que traemos al mundo “de serie” es esa necesidad de explorar la realidad que nos rodea. De hecho desde que nacemos nos movemos incansablemente porque es la única manera que tenemos de interactuar con nuestro entorno para adquirir experiencia y conocerlo mejor.
Conocer cómo funciona el mundo, cómo suceden las cosas… Esta es la base para saber qué y cómo hacer para cubrir nuestras necesidades, algo que claramente condiciona nuestra existencia.
Esto parece no ser tan valioso en la sociedad del bienestar, pero a pesar de todo permanece el germen de ese “ansia de saber” o explorar el mundo, aunque quizás un poco distorsionada. Por ejemplo, es la base de reálitis y revistas del corazón. Necesitamos saber y elegimos un contenido equivocado. Cómo le irá al vecino, qué traje se pondrá el famoso o la famosa de turno… hemos perdido el interés por lo verdaderamente importante y buscamos ese puntillo de magia, de fascinación en el cotilleo, en el chascarrillo, en contenido de bajo nivel… porque nos hemos olvidado de “LO QUE DE VERDAD IMPORTA”.
Inspirado en metodología DBM® creada por John McWhirter.